20080927

Casa

Cuando recorrí por primera vez aquella casa pensé que estabamos visitando la casa de “alguien”. Recuerdo llegar a una puerta de dos hojas de madera, después de atravesar una pequeña hilera de cañas, de ver matorrales y una casa color vino al fondo de un gran terreno. Aquella puerta colocada sobre un gran peldaño, destacaba por soledad. Estaba centrada en una pared blanca de dimensiones exageradas. En mi memoria quedó grabado aquel día que mis cuatro hermanos y yo entramos por primera vez, en lo que sería hasta hoy “Casa”.
Cuando abrieron la puerta me encontré un espacio abierto, me sorprendió que un jardín estuviera dentro de unos muros tan altos, todo aquel espacio era rectangular de paredes blancas, una escalera pegada en la pared de la derecha, sin barandilla, que parecía salir de la misma pared, no tenía punto de apoyo. La pared que se encontraba frente y en su lado más izquierdo tenía un arco de medio punto que daba a un patio. Ese arco quedaba debajo de la escalera y a medio camino de su trayectoria entre el jardín y el patio.
Cuando quise acercarme al patio, me sorprendieron mis suecos, sonaban diferentes. Pisaba un suelo con un sonido nuevo, estaba echo de piedras pequeñas que formaban un camino alrededor de dos paterres circulares de grandes dimensiones, con una altura de medio metro. En realidad eran de forma hexagonal, pero lo que conocía mi edad eran los círculos y así los vi en aquella época.
A medida que pasaba el tiempo aquel jardín se llenó de una gran variedad de plantas, enredaderas que ocupaban las paredes, de rosas, incluso mi Padre en los paterres centrales, colocó unos tubos que guiaban unas parras, en el paterre de la derechas uvas negras, en el de la izquierda uvas blancas. Aquel lugar era uno de los favoritos para jugar un equipo de cuatro hermanos pequeños y unos cuantos primos que llegaron después, subíamos por los tubos en busca de fruta y era el lugar perfecto para jugar al escondite...
La escalera nos llevó a descubrir una azotea inmensa, donde podías montar en bici sin ningún tipo de problema. Los muros que contorneaban toda la casa eran anchos y nos servía de pista para echar carreras con los coches. Tenía un cuarto que fue personalizado, por cada uno de nosotros. Lo primero que se guardo en él fueron recuerdos de mis padres, nos gustaba subir y registrarlo, un día encontrabas un macuto enorme con ropa de marinero, otro día descubrías objetos antiguos. Después pasó a ser el cuarto de reuniones de los amigos de mis hermanos, allí dibujábamos, hasta construimos un carro con cojinetes, para lanzarnos por las calles con pendiente. Aquel cuarto soportó un grupo heave metal que formó otro de mis hermanos y con el tiempo se quedó como taller. De allí salen estanterías, armarios, nos gusta personalizar las cosas.
El arco que daba al patio, tenía una dimensión de dos metros de ancho por tres de alto y quedaba un peldaño mas elevado que el jardín. También era de forma rectangular, a la derecha una puerta acompañada de una ventana y una bomba de agua, era un artilugio bastante extraño, subías una palanca y al bajar salía agua. Al fondo una ventana de dos metros de ancho por dos de alto y a la izquierda un cuarto debajo de la escalera y una pileta. Este lugar se convirtió en la zona de deportes, colocamos una canasta, algún que otro cristal se rompió con los balones estaba claro que lo mío no era el baloncesto. Teníamos una red portátil de tenis, que colocábamos en el centro del patio para echar partidos. También era zona de reunión, un lugar donde nos sentábamos todos después de medio día a comer golosinas y a decir tonterías.
Cuando abrí la puerta que se encontraba en el patio, vi una pared frente a unos dos metros, giré la cabeza a la izquierda, allí estaba el pasillo más largo, ancho y de techos más altos que había visto en mi vida. Ese pasillo tenía cuatro puertas dobles a la derecha que daban a dos baños, una cocina y un dormitorio. A la izquierda una puerta que daba a otro dormitorio, una puertita que contenía una pila de agua, situada justo delante de la bomba de agua del patio. Al fondo del pasillo una puerta de cuadros de cristal, era corredera y ocupaba todo ancho y alto del pasillo. Fue sin duda el lugar donde más reímos. Para nosotros era una pista de patinaje. Nos quitábamos los zapatos cogíamos polvos de talco y rociábamos la mitad del pasillo, y así nos turnábamos para lanzarnos y realizar piruetas. ¡Por supuestos con calcetines, para resbalaba más! Claro que todo no fueron risas. ¡Mi madre se cogía sus buenos cabreos!
Detrás de la puerta corredera, estaba un pasillo corto que giraba a la derecha y una sala pequeña a la izquierda. Estos estaban divididos por columnas pintadas con un toque antiguo con fondo verde mate y pinceladas beige, sobre las columnas un arco muy decorado con tono dorado, eran espectaculares. Con el tiempo supe que eran arcos de medio punto con columnas dóricas. A ambos lados de esas columnas existían tres puertas, una de ellas estaba en la sala, las otras dos al girar el pasillo a la derecha. Dos de ellas se comunicaban dando a un gran salón comedor con dos ventanas que daban a la calle. En medio de ese salón se repetía el mismo juego de columnas.
El salón comedor se uso como zona de deberes, allí realizábamos las tareas del colegio, nunca tuvimos que ir a la Biblioteca. Existía un mueble de un color muy oscuro, con vitrinas y puertas en los módulos bajos, estaba ocupada por muchos libros. Todas las consultas se realizaban en casa, tenían enciclopedias de todo tipo; diccionarios, la historia de canarias, la primera guerra mundial también la segunda, el mapamundi, libros de geografía, la colección completa de Blasquez Ibañez, el libro del exorcista, alguien voló sobre el nido del cuco, (por cierto me lleve una decepción cuando vi las respectivas películas) cien años de soledad, curso de ingles con cintas de casete y por supuesto la colección de Tintín... También en una de las puertas de ese mueble, mi Padre guardaba colecciones de música mejicana, música canarias... Debo reconocer con un poco de vergüenza, que muchas de esas cintas desaparecieron para grabas experimentos musicales y que la colección de tintín acabo con bigotes y dibujos, por supuesto todo era experimentar.
No se me puede olvidar una puerta que se encontraba en el pasillo que giraba a la derecha, fue una sorpresa descubrir que detrás existía un zaguán, sus paredes estaban cubiertas por azulejos muy alegres, con los patios andaluces, allí existía otra puerta más tosca, más oscura, yo sinceramente pensé que la casa continuaba. Al abrirla descubrí la calle, nos encontrábamos en la parte delantera de la casa. Una calle con una gran pendiente para tirarse con un carro de conjinetes. Al final de la calle, existía un terreno, que daba toda la vuelta alrededor de la casa y volvías a llegar a una puerta de dos hojas de madera, donde yo pensaba que vivía “alguién”.
El tiempo modificó un poco la casa de mi infancia, pero no la de mis recuerdos.